“¡Oh tú, Eufrosina, del cantar amante, y tú, Aglaya piadosa, hijas del Dios del trueno resonante, oh, Talía, de voz armoniosa […]. De vosotras proceden soberanos el bien y la belleza; por vosotras se engendra en los humanos la gloria, el saber y la grandeza”.
Píndaro, Olímpica XIV.
Muy cerca de Puente Genil (Córdoba), a tres kilómetros de su casco urbano, se encuentra el paraje de Fuente Álamo, topónimo con el que se designa un lugar de abundantes aguas, fértiles tierras y posición estratégica.
Fuente Álamo es hoy un ejemplo de arqueología rural superpuesta con más de mil años de historia. El primer asentamiento romano entre los siglos I y principios del IV lo constituyen un conjunto de estructuras hidráulicas formadas por piscinas, estanques, fuentes, cisternas de almacenamiento, termas, letrinas y estancias pavimentadas con mosaicos. A esta fase es posible adscribir uno de los mosaicos más famosos de Fuente Álamo, el llamado Nilótico, donde se representa una Geranomaquia o lucha mitológica de los pigmeos y las grullas, en la que los personajes dialogan entre sí en un ejemplo único en todo el Imperio romano.
Sobre los restos de este complejo, en la segunda mitad del siglo IV se construyó una residencia de tipo aristocrático, símbolo del prestigio y poder de su propietario. Tres elementos constitutivos de la arquitectura de la uilla nos ponen de manifiesto esta nueva escenografía del poder: vestíbulo, peristilo y ambientes de recepción. A ello se unen cámaras residenciales, estancias de uso privado como el tablinum, zonas ajardinadas y, al menos en Fuente Álamo, sin solución de continuidad, la pars fructuaria y rustica con grandes espacios de almacenaje, granero, cocina, y pequeñas habitaciones para el servicio.
Sin duda alguna el aspecto más llamativo de Fuente Álamo en esta segunda fase lo constituyen el magnífico conjunto de mosaicos geométricos y figurativos, entre los que destacan los del Triunfo de Baco o las Tres Gracias.