Uillae Hispaniarum

Las villas romanas de Hispania

¿Qué villa, pues, es ésta, dijo,

que no tiene ni los ornamentos de la ciudad

ni las dependencias rústicas?.

(Varrón, Res rusticae, III, 2,9.)

En los dos últimos siglos del Imperio la aristocracia romana alcanza niveles de riqueza y prosperidad hasta entonces desconocidos. Esta circunstancia se revela, sin duda, en la opulencia de sus residencias rurales, las villas. Aunque en Hispania existían desde el cambio de era es ahora cuando manifiestan su verdadera condición como un conjunto de edificios en el campo con una doble función: explotación agrícola y residencia de su propietario.

La importancia de la villa radica en el hecho de que la tierra constituía la base de la economía romana y el punto esencial en el que sostener el prestigio social y poder político de su dueño. Ocio y negocio son las dos caras de una misma moneda. La residencia rural sostiene la posición económica de su propietario, al mismo tiempo que le proporciona un espacio de retiro y esparcimiento, lejos de la ciudad, donde cultivar sus aficiones y relaciones sociales.

No existen dos villas iguales pero todas aspiran a edificarse en las mejores condiciones bajo un clima saludable, agua abundante, ubicación adecuada y fértiles tierras. Desde el punto de vista de su organización espacial podemos distinguir entre la pars urbana o zona residencial, la pars rustica, dedicada a la actividad agropecuaria y la pars fructuaria, relacionada con el tratamiento y almacenamiento de los productos agrícolas y ganaderos.

Pero es en el área residencial donde el señor hace gala de su posición. El lujo en la vivienda es un indicador de competencia entre la aristocracia. Mosaicos figurativos y geométricos, espacios porticados de columnas y capiteles, colecciones de estatuas, pinturas, escenografías a base de cortinajes y alfombras, decoración marmórea, pequeño mobiliario de marfil y plata.

El número, amplitud y decoración de los ámbitos públicos y privados de la vivienda debe estar a la altura de la categoría y las responsabilidades políticas y sociales del aristócrata. Grandes patios ajardinados, sala de recepción, dormitorios, baños privados con circuito termal, comedores para el banquete, despachos y bibliotecas, un mundo dedicado a la auto representación y el boato construido sobre la abrumadora diferencia entre honestiores y humiliores, entre ricos y pobres.

Sin embargo, el mundo de las uillae del final del Imperio era un mundo en profunda transformación cultural, religiosa, económica y política. Y aquel modo de vida no pudo por menos que perecer. Las villas cambiaron su fisonomía y sus usos. Algunas se abandonaron definitivamente pero otras conocieron nuevos moradores, quizás los habitantes que antes bajo el dominio del señor cultivaban sus tierras y ahora ocupan la zona residencial con otras preocupaciones que no son sino las de subsistir. La Roma eterna había desaparecido, se abría una nueva época.

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